También se me había olvidado lo delicioso que es reír descontroladamente, sin márgenes y en coro.
Es curioso. Parece que después de la hibernación a la que fui forzada (o talvez simplemente llevada voluntariamente) reaprendo todo. Es como si mi piel ya no supiera sentir el calor, como si mis ojos ya no supieran ver la luz...cada sensación y cada sentimiento me parecen nuevos, apasionantes territorios inexplorados. Y cada uno de ellos es virgen, inmaculado, no llega con maletas repletas de recuerdos. Valen por sí mismos. Son mis futuros momentos pasados.
Debo decir que tampoco me desagrada que un recuerdo me visite de vez en cuando. Sobretodo si decide entrar por la nariz. El olor de los objetos, los lugares, las personas, por alguna razón son la manera más fuerte de recordarlas. Tomemos al Arlequín, por ejemplo. A duras penas recuerdo su cara. Debo forzarme para reconstruirlo visualmente en mi mente. Pero si en algún momento su aroma emerge de quién sabe dónde, es inmediato. La sangre a los pies.
Hablando de aromas, quisiera reencontrar uno en particular. El sudor de los caballos.
Nox.
Imagen:"Play" by Goldensands @ deviantART.com
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