Al despertar esta mañana me senté pesadamente, me revolví el cabello, busqué a tientas mis lentes y me levanté de la cama. Al mirar por la ventana a través del tinte violáceo de las cortinas, tuve la plena sensación de déjà vu. Pero pocos segundos después, me pregunté: "Acaso esto no lo ví ayer? Y antes de ayer? Y quién sabe cuántas otras mañanas de embriagante modorra?"
El gato me mira, sus ojos como platos desde la alfombra roja.
Qué importa. Se parezca o no, es un día nuevo, invivido, blanco, virgen, esperando a ser acariciado, golpeado, besado, trotado, recorrido, comido con todos los malos modales que exige la situación.
Nox.
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