Cada fin de año llevo dentro de mí un extraño vértigo, mezcla heterogénea de los maniquíes de las resoluciones para el año que viene y la angustia inminente por el tiempo, sobretodo el futuro.
Los primeros días los paso casi paranoicamente, sintiendo el pavor de un peligro inminente inexistente.
La transición este año fue suave y trajo heridos pero no muertos. La transición me permitió acercarme un poco más al lodo y reconocer la hipocresía, la conveniencia. Pero también me dejó bañada en la melancolía del amor distante y en la latente necesidad de volverlo vecino a mi piel. No sé mucho qué esperar del 10, la única certeza que tengo es que los vientos se vienen fuertes y te revuelven algo más que el cabello. Cuidado con tus impotencias.
Nox.
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