sopastrike

31 mar 2015

Quedarse sin llaves.

Las puertas están cerradas.
Son altas y de madera, incrustadas con clavos como esas puertas que guardan a los santos.
Están cerradas por dentro y arropadas en un cuerpo humano.
No hay quién las abra.

No existe contaminación alguna.
Nadie intenta tocar las puertas, y nadie pretende desde adentro abrirlas.
A veces hay quiénes distinguen las puertas y las admiran, y se les responde con cariño silencioso, pero sin más.

Una o dos veces se presenta la ocasión de volver a abrir las puertas, pero los intentos son abortados por causas exteriores.
Por curiosidad o inadvertencia, un día se envía una misión para abrir las puertas sin que éstas se enteren.

Se establece una conexión inmaterial con las puertas.
La portadora de las puertas siente en el pecho un efecto paranormal.

Se envía un comando verbal dirigido a las entrañas que arropan las puertas.
Un ábrete-sésamo prosódico.
La portadora se da cuenta del intento de incendiar las puertas.
No hay respuesta.
Las puertas desaparecen de la vista.

Se envía un grupo de mineros con sus linternas.
Las puertas se hunden en lo profundo y borran sus huellas.
Se busca a las puertas día y noche usando un detector de metal.
Se las encuentra una tarde por distracción de la portadora.
Está sentada junto a un canal y bosteza.

Se toca a la puerta.

Estado de las puertas: desconocido.

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