En ese momento tienes ganas de encontrar un motivo
federativo que explique el comportamiento de mierda que adoptas la mitad del
tiempo y le echas la culpa a tu falta de empatía. Te acabas de formular el
concepto y no te parece tan mal, te suena chévere. Cuando llegas a la casa
escribes un párrafo al respecto y te vas dando cuenta que no tienes nada más
que contribuir, guardas el Word en alguna carpeta de nomenclatura
dudosa porque te dices que algún día le encontrarás puesto en alguna de tus historias.
Es ahí que te entra la curiosidad de ver qué es lo que
hay en la famosa carpeta y la abres. Ordenas los archivos por fecha y abres el
último documento. Nah, ese no entra en el juego. Siguiente. Título Route barée.
Querías escribir sobre esa vez que te acostaste con fulano. Última frase:
Y es que
es un acto cuyos orígenes no consigo aprehender totalmente.
Voilà, yo qué dije. Seguramente todo remonta a tu
falta de empatía.
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