sopastrike

31 mar 2015

Quedarse sin llaves.

Las puertas están cerradas.
Son altas y de madera, incrustadas con clavos como esas puertas que guardan a los santos.
Están cerradas por dentro y arropadas en un cuerpo humano.
No hay quién las abra.

No existe contaminación alguna.
Nadie intenta tocar las puertas, y nadie pretende desde adentro abrirlas.
A veces hay quiénes distinguen las puertas y las admiran, y se les responde con cariño silencioso, pero sin más.

Una o dos veces se presenta la ocasión de volver a abrir las puertas, pero los intentos son abortados por causas exteriores.
Por curiosidad o inadvertencia, un día se envía una misión para abrir las puertas sin que éstas se enteren.

Se establece una conexión inmaterial con las puertas.
La portadora de las puertas siente en el pecho un efecto paranormal.

Se envía un comando verbal dirigido a las entrañas que arropan las puertas.
Un ábrete-sésamo prosódico.
La portadora se da cuenta del intento de incendiar las puertas.
No hay respuesta.
Las puertas desaparecen de la vista.

Se envía un grupo de mineros con sus linternas.
Las puertas se hunden en lo profundo y borran sus huellas.
Se busca a las puertas día y noche usando un detector de metal.
Se las encuentra una tarde por distracción de la portadora.
Está sentada junto a un canal y bosteza.

Se toca a la puerta.

Estado de las puertas: desconocido.

10 mar 2015

un martes.



En ese momento tienes ganas de encontrar un motivo federativo que explique el comportamiento de mierda que adoptas la mitad del tiempo y le echas la culpa a tu falta de empatía. Te acabas de formular el concepto y no te parece tan mal, te suena chévere. Cuando llegas a la casa escribes un párrafo al respecto y te vas dando cuenta que no tienes nada más que contribuir, guardas el Word en alguna carpeta de nomenclatura dudosa porque te dices que algún día le encontrarás puesto en alguna de tus historias.

Es ahí que te entra la curiosidad de ver qué es lo que hay en la famosa carpeta y la abres. Ordenas los archivos por fecha y abres el último documento. Nah, ese no entra en el juego. Siguiente. Título Route barée. Querías escribir sobre esa vez que te acostaste con fulano. Última frase:

 Y es que es un acto cuyos orígenes no consigo aprehender totalmente.

Voilà, yo qué dije. Seguramente todo remonta a tu falta de empatía. 

2 sept 2014

Gluglú

Me miró con esos ojos, globulino,
esos ojos globulosos que desengluten
glaláctica glosarina glusífina
y yo me quedé glisílaba, mirándolo,
y la pasta dental hizo gluglú en el cepillo
y me salieron glaceaduras glisolientas, gligloglú, ¡qué glusinemia!
gloriosos globitos glosofóbicos de glucógeno glentendido.
Ay, cosa glintinina, el glontosaurio me llenó todo de rosa glarsódico
y glutenes inesperados, una jungla glauca,
y cuando todo se hubo burbujeado conglomerosamente,
el globucéfalo, con sus ojos de glaucoma,
seguía quieto mirándome desde el fondo de la bañera. 

14 jul 2014

Esas manos

Esas manos
lejanas a mis días,
esas manos que conocí en la ebriedad y en las mañanas
esas manos misteriosas que contuvieron los secretos en silencio
y me hablaron del hoy en las madrugadas,

Esas manos que conozco de memoria,
que arropé entre las mías
que conocen mis verbos y mi cuerpo
esas manos que probé tantas veces entre sueños,

Esas manos adormecidas que esperaban para acariciar el alma
secas en sus caminos,
fuertes en sus pasares,
esas manos sin rumbo que cantaron mi nombre
como quien canta el mar,

Esas manos entre las que que fui masa y arcilla,
esas manos de humo y de vía láctea,

Esas manos que me sostuvieron hasta que tuvieron que soltarme,
que reposaron en mí como vino al fondo de un vaso,

Esas manos que imprimieron y borraron
esas manos que esperaron demasiado,

Esas manos que di por sentadas y que pasaron al olvido
estáticas como plátanos de sombra en el invierno,

Esas manos me miran sin mirarme y las miro con la tristeza
de que entre ellas y las mías, en secreto,
el silencio no ha bastado para borrar la caricia de la memoria.

17 jun 2014

Cropettes

No te veré esta noche ni ninguna otra noche.
No arderemos en llamas azules o verdes
ni nos sentaremos en los bancos de este parque.
Nos iremos lejos,
cada vez más cerca de nosotros y de los dos y de nadie,
sin nunca vernos ni tocarnos ni esperar lo que viene.

Caminaremos con una sombra que no nos pertenece
y nos reiremos de espaldas el uno al otro,
de espaldas al agua y a los árboles
y a tu casa que veo de este banco desde donde no veo que no estás
ni me ves
ni me esperas
ni nada de nadie de ninguno de nunca,
buenas tardes.

La noche caerá sobre tu hombro que sospeché
y cerraré para siempre mis párpados mojados de sol.
Me sacaré las medias e iré a quedarme cerca de donde te alejas de mí
con ruido de hojas y motores.

No estaré al lado tuyo y tú no sospecharás mi ausencia.
Cómo quisiera levantarme y que este banco se haga cenizas y que todo arda,
que haya valido la pena venir a esperarte aquí quieta como quien pesca truchas
chao dije, ya, adieu mon trésor,
buenas tardes, sábado, bye bye. 

11 jun 2014

Esta ternura

Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.
Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela la alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados en una mesa inútil,
y fue preciso beber la sidra caliente
en la vergüenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?

Julio Cortázar